Mundo Fiduciario

Reestructuración de créditos en tiempos de COVID-19.

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Autor: Luis Felipe Gomez Valderrabano

Ha pasado casi un año desde que la pandemia llegó a nuestro país, situación que adicional a los cambios que se han producido en los modelos de trabajo en donde se ha favorecido el homeoffice y a las formas de relacionarnos, ha puesto sobre la mesa las opciones que tienen los acreditados para continuar realizando el pago de los diversos créditos con los que cuentan, sobre todo para quienes han visto disminuido sus ingresos debido a las implicaciones de esta pandemia, que van desde la reducción salarial, hasta el cierre total de negocios.

Pocos meses después de haber iniciado el 2020, la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, diseñaron facilidades regulatorias para que las instituciones financieras durante el segundo trimestre del año y con la finalidad de apoyar a sus clientes, instrumentaran planes de contingencia, en los cuales, dependiendo el banco, se podría prorrogar el pago de sus créditos alrededor de 4 a 6 meses. Al momento resultó una salida viable para muchos deudores de la banca, quienes optaron por acogerse a este tipo de plan, con la esperanza de que posterior a este horizonte de tiempo, la situación económica mejoraría, sin embargo, han pasado algunos meses sin que realmente la actividades económicas se logren recuperar y al contrario, nuevamente se han adoptado diversas medidas restrictivas en torno a ellas. 

Por lo anterior y considerando que no se vislumbran nuevos planes de contingencia por parte de las instituciones bancarias, resulta medular abordar el tema de las reestructuras, proceso que existe en todas las instituciones y que según la política establecida por cada una de éstas, podría ser una opción para los acreditados que a casi un año de la llegada de la pandemia a nuestro país, aún presentan dificultades para el pago de sus créditos. 

Según lo estipulado en la norma que rige a las instituciones bancarias, una reestructura de crédito “es aquella operación que se deriva de cualquiera de las siguientes situaciones:

  • Ampliación de garantías que amparan el crédito de que se trate, o bien, 
  • Modificaciones a las condiciones generales del crédito o esquema de pagos, entre las cuales se encuentran:
  • Cambio de la tasa de interés establecida para el plazo remanente del crédito;
  • Cambio de moneda o unidad de cuenta
  • Concesión de un plazo de espera respecto del cumplimiento de las obligaciones de pago conforme a los términos originales del crédito, o
  • Prórroga del plazo del crédito “.

La mayoría de las reestructuras tienen su base en el inciso b) anterior, específicamente se centran en la concesión de un plazo de espera y/o prórroga del plazo del crédito, son contados los casos en que una reestructura considera la disminución de la tasa de interés o el cambio de moneda. 

En general, el proceso de reestructura tiene un tratamiento similar al otorgamiento de un crédito nuevo, con la única diferencia de que existen diversas condiciones contables normativas que deben de considerar las instituciones bancarias; un ejemplo de ello, es que si la cartera que se está reestructurando es una cartera vencida, al momento de registrar la reestructura deberá seguirse clasificando como vencida hasta que exista evidencia de pago sostenido por parte del cliente. 

Un aspecto importante al momento de requerir una reestructura y en general al solicitar un crédito, es definir la capacidad de pago real y futura del deudor, resulta primordial que el acreditado conozca los ingresos y egresos que ya sea su operativa o vida diaria le requieren, esto permitirá que la elección del tipo de reestructura sea la correcta, ya sea para solicitar un periodo de gracia (plazo de espera) o la prórroga del plazo del crédito. 

Ahora bien, una reestructura en ocasiones suele confundirse con una renovación de crédito, proceso que también existe en todas las instituciones financieras y cuya diferencia principal con una reestructura, es que una renovación consiste en cubrir el saldo de un crédito con el producto de un nuevo préstamo, en el cual incluso, el acreditado puede obtener un remanente a su favor, mientras que en una reestructura, únicamente se busca una alternativa para continuar pagando el adeudo. 

Por último, es importante señalar que una reestructura no solo es una opción para clientes que presenten dificultades para cubrir el esquema de pagos de su crédito, toda vez que este mecanismo podría permitir a los clientes que se encuentran al corriente, obtener un nuevo plazo y con ello disminuir el pago periódico de su crédito de manera que les permita tener mayor liquidez en el corto plazo. 

Sabiendo lo anterior, cualquier acreditado puede optar por acercarse a su institución bancaria y en conjunto elegir el plan que mejor se adapte a su capacidad de pago real y a sus necesidades; recordemos que mantener un buen historial de crédito es vital para obtener nuevos y mejores financiamientos en el futuro. 

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